LA RAE creo no acepta el concepto de bibliófago (algo así como "devorador de libros" o book eater en inglés), claro está que nadie come literalmente libros, sino que o bien los lee o los escribe. Al parecer a los académicos de la lengua les van más las filias que las fagias ¡Qué le vamos a hacer!.
Pero lo que sí es cierto es que hay quien se declara como tal un bibliófago congénito (yo soy una espécimen, aunque no congénita, todo sea dicho). Y metafóricamente hablando, que es como hay que tratar al susodicho vocablo, los bibliófagos somos gente que devoramos libros, sí, pero en términos de su contenido, el qué y cómo. Es coger uno, sentarte tranquilamente en el sofá y merendartelo en una sola tarde. Y mientras tanto disfrutas con él en las manos, con el olor que desprenden sus páginas, el sonido de estas al pasarlas ¡¡es hambre de libros!!. Sea como fuere, este artículo muestra muchas verdades en torno a la figura de un devorador de libros: