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Por diversos motivos, el blog ha quedado inactivo. Acumulo lecturas y reseñas muy atrasadas, no obstante espero retomar la actividad bloggera con ganas e ilusión, y quizá, nuevas ideas. ¡Nos vemos! xD

Reseña: El hombre que pudo salvar el Titanic

13/12/2012

Sinopsis:

1962. Desde el retiro y soledad de su casa en Inglaterra, el capitán Stanley Lord, alejado del mundo y repudiado por todos, pone en claro los recuerdos de toda una vida en un largo diario destinado a su difunta esposa. Una vida marcada, sobre todo, por un hecho: el hundimiento del Titanic en 1912. Medio siglo después de aquella lejana y fatídica noche, el doloroso recuerdo no deja de perturbar el pensamiento del capitán un solo día. A partir de entonces todo fue un pesadilla: juicios en Estados Unidos y Gran Bretaña, desprecio público, una bien ganada reputación como excelente capitán de barcos arruinada para siempre... en definitiva, una vida robada. Pero ¿por qué? Porque aquella noche del 14 de abril de 1912, el capitán Lord se encontraba al mando del buque Californian, el barco que, según todos, pudo haber salvado la vida de las más de 1500 víctimas mortales. Sin embargo, en su testamento vital el capitán desvelará datos que solo algunos conocían y que nadie quiso investigar, como la existencia de un tercer barco «fantasma» que se encontraba en las inmediaciones del Titanic y que no acudió en su auxilio o la presencia de un misterioso personaje llamado Phillwood que parecía saberlo todo sobre la catástrofe...

(resumen de la contraportada)

Mi opinión personal (completísima): 

Sé que no hay cambios, las palabras son siempre las mismas: mira, ¿sabes quién es? Es el hombre que pudo salvar el Titanic.

¿Quién no ha oído hablar del malogrado Titanic? ¿Quién no se ha sentido hechizado por el halo de misterio que envuelve al cúmulo de arrogancias, fatalidades en cadena y de circunstancias que tuvieron lugar aquella oscura y fría noche del 14 de abril de 1912? En la euforia causada por el centésimo aniversario del hundimiento del Titanic, esta novela viene a callar muchas bocas y aclara muchas incógnitas en torno a la desaparición del llamado buque de los sueños. Todos tenemos en nuestro subconsciente la aclamada y premiada versión cinematográfica del no menos aclamado y premiado James Cameron que realizara en 1997. Pero aquello era una muestra de buen cine y un espéctaculo visual en toda regla que miraba mayormente por el hundimiento del barco. Con el pasar del tiempo las investigaciones 100 años después han llevado a la existencia de esta novela, ni más ni menos que una clara reivindicación de un hombre, el capitán Stanley Lord del buque Californian, frente a su inocencia en un fatal y maldito desastre universal; un alegato a pleno pulmón de un experimentado marinero a la sombra de un monstruoso y colosal buque, aunque muy pocos quisieron oír sus gritos de lamento y angustia. Una conmovedora reflexión y confesión que nos lleva a preguntarnos: ¿de verdad este hombre y nadie más que él pudo salvar las más de 1.500 almas que viajaban en el Titanic? En esta visión, la más humana y cruel de los supervivientes al naufragio, el lector encontrará un punto de vista "poco conocido" del suceso y nuevas perspectivas desde las que observar la tragedia.

Titánico pero sumergible
Cierto es que sobre Lord, más atónito por la debilidad del buque insignia de la White Star que por su majestuosa e infundada grandeza, cayeron falsas acusaciones que tristemente le hundieron en vida. La desaparición del transatlántico significó su final. No podría imaginar que la noche del 14 de abril de 1912 yacería para siempre junto a los restos del hoy pecio titánico en el fondo marino, y que una gélida noche deslumbrante sin estrellas, de calma glacial y con el mar liso como el cristal,  marcarían su destino, sumergido a una espiral difícil de escapar. Frente a la injusticia de la propia justicia de principios del siglo XX y la incongruencia del sistema, es sumamente fácil que el lector empatice con este personaje, sin culpa alguna, cayendo al vacío y sin red. Totalmente desprotegido y desamparado, sorprende las atrocidades y titulares en prensa que tuvo que escuchar impasible y que fueron acabando con él paulatinamente:

- No importa si estaba más o menos cerca del Titanic. Usted se hundirá con él.
- La White Star gastará hasta el último de sus favores en demostrar que el Titanic es el mayor inocente en esta historia y que todos debemos honrar su memoria.
- Fue un accidente. La imposible previsibilidad es nuestra mejor arma.
- Capitán Lord, el hombre que pudo salvar la vida de mil personas, pero prefirió darse la vuelta en su cama.  
- El SS Californian, el barco que no acudió al rescate del Titanic.
- Un barco insolidario "condenó" a los viajeros del Titanic.
- Una catástrofe como esta puede dejar en dique seco a muchas fortunas. Y hay gente dispuesta a lo que sea para evitar que así sea. 

Increíble y atroz al mismo tiempo. Reformulo la misma pregunta: ¿Estuvo la tragedia del Titanic en manos de un solo hombre?
Nosotros construimos barcos insumergibles, nos ocupamos de que ninguno de nuestros súbditos se sienta un extraño fuera de nuestra patria, así que debemos transformar el mundo piedra a piedra, cambiar el color de la piel de otros hombres, sus creencias, despojarlos de sus costumbres para establecer un orden seguro desde el que defender nuestros valores [...] Nadie iba a permitir que un barco lo tirara todo por la borda. Y entre todos logramos restaurar la leyenda que queríamos que fuera, incluso hicimos que se volviera inolvidable ya que no era insumergible, algo que no hubiéramos imaginado ni en el mejor de los sueños. Su muerte lo convirtió en el barco más famoso que haya surcado los mares. Y así seguirá siendo en el futuro. Al final, vencimos. (Bruce Ismay, director de la White Star Line) //
Fueron muchas las personas que quedaron a la altura del betún, incluida la misma compañía White Star. Ni unos y otros quisieron asumir la culpa, y cargaron al muerto (entiéndase, el colosal barco y sus miles de víctimas humanas) al inocente capitán Lord, que la casualidad quiso que pasara por allí y divisara lo que él y su tripulación creían era el Titanic. Gran fatalidad y cruel destino el que les tenía preparado. Pero al concluir la lectura de este libro, escrito como si por momentos fuese un diario destinado a la difunta esposa de Lord, se llega a la conclusión de que los culpables del naufragio del barco o murieron con él o se salvaron impunemente. El hundimiento del Titanic es simple y llanamente, a tenor de lo que se juzgaba en la época, una respuesta de Dios a la arrogancia del ser humano. Fue clara víctima de la avaricia de unas personas enfrascadas tanto en un descomunal como descabellado empeño sin sentido alguno. No era insumergible. No era el buque más veloz. Tan solo era un barco deseoso de sangre; un asesino con una brutal arma afilada en forma de gigantesca masa de hielo. Si es descabellado pensar así, más lo fueron las actitudes que movieron a las personalidades encargadas de hacer del Titanic una leyenda. Lo consiguieron, pero a costa de muchísimas vidas humanas perdidas en alta mar. Sin olvidar que en el camino o proceso prefirieron culpar a un inocente que pagar su delito. Un hombre que no sólo nos hablará de su remordimiento, aunque no se acaba de sentir culpable, sino también de los juicios a los que fue sometido a ambos lados del océano, el desprecio de la sociedad y la poca o nula credibilidad a su teoría de la presencia de un tercer barco en la zona del desastre, un dato que nadie quiso investigar ni tener en cuenta y que fue clave para la sucesión de los hechos.

Así asistimos al grito de auxilio del apaleado Stanley Lord quien afirma que el flamante navío de la White Star, al que llama El Leviatán de Acero, era un barco maldito, fruto de la prepotencia, sin saber que la maldición del Titanic no solo recaería sobre los que navegaban en el barco. También tenía pasajes reservados para los que no iban a bordo”. Él es sin duda la prueba viva de tal condición.
Más de ochenta millones de kilos y dos mil quinientas personas acababan de quedar reducidas a restos y no quedaba el menor rastro de lo sucedido. Para perder el juicio y no recuperarlo jamás. Los miembros de la tripulación debían haberse sentido tan sobrecogidos como yo ante la posibilidad de encontrar algunos cadáveres flotando en el agua (siempre es duro enfrentarse al rostro de un muerto, aunque hay pocas tareas peores que sacar a un hombre al que el océano le ha robado hasta la apariencia) [...] Di la orden para que el Californian se detuviera en aquel remanso de limpia paz. Y me encontré pensando que aquello era una prueba más de que el Titanic quedaba fuera del alcance de nuestra lógica. Surgiendo de una furia incontenible, se alzó una pregunta que solo yo escuché: ¿qué has hecho con ellos, maldito barco? (Capitan Stanley Lord) //
El hundimiento de un coloso
Se podrían decir muchas cosas de El hombre que pudo salvar el Titanic, el análisis sería profundo, pero lo primordial es que estamos ante un planteamiento novedoso: el autor ha sabido buscar al «malo» de la historia, se ha documentado profusa y maravillosamente recreando muy bien las últimas horas del buque y da voz al acusado e invitado invisible (tratado como tal a la hora de dramatizar el suceso en películas) dándole la oportunidad de defenderse“en una prisión tan grande como este universo, tras unas rejas forjadas con palabras más resistentes que el acero”. El linchamiento público del capitán Stanley y la lucha de intereses entre la compañía y las aseguradoras en pro de la búsqueda de la verdad deben hacernos reflexionar como seres humanos que somos. Situaciones así de injustas se siguen dando y, como comprobamos en la novela, las consecuencias para la víctima suelen resultar muy trágicas. Como bien afirma el capitán del Californian “venimos del misterio y hacia él nos dirigimos sin importar el rumbo que tomemos.

Además de asistir a la lucha de un hombre por conseguir la redención, aún sintiendo a priori que no podrá alcanzarla jamás, comprobamos también el comportamiento implacable de una sociedad que actúa sin piedad, buscando rápidamente héroes y villanos, y que fácilmente lo repudia por negligencia, y conoceremos cómo actuaron a juicio de Lord personajes ilustres del navío, como Bruce Ismay (ambición y cobardía) o el capitán Smith (imprudencia y heroismo), minutos antes y después de la colisión con el mortal iceberg. El hombre que pudo salvar el Titanic es una novela emotiva y perturbadora que se aleja de las circunstancias personales de los que viajaron en el lujoso transatlántico, todo un orgullo de la ingeniería naval del siglo, símbolo de grandeza y poder antes del estallido de la Gran Guerra de 1914. Busca claramente tocar la fibra sensible del lector hasta llegar a los hechos que de verdad acontecieron tras el naufragio y que tan en secreto se mantuvieron.
El barco estaba diseñado como una ratonera -continuó Conrad al comprobar que era el nombre del Titanic el que me había sobresaltado-. Cuesta creer que hubiera supervivientes. Era como si estuviese pensado para causar el mayor daño posible a sus pasajeros. Lógicamente, no de forma consciente, pero fue como colocarlos en el puño de un gigante a punto de apretar su mano hasta hacerse sangre en las palmas con las uñas rotas. Es probable que de todas maneras hubiesen fallecido, pero es un destino particularmente horrible el morir así, estrujados por un prodigio móvil que de pronto había dejado de moverse apuñalado por otro prodigio, este sí verdadero, hecho con siglos de hielo. (Joseph Conrad) //
Titanic, in memoriam
Bien narrada, original y magníficamente documentada, el libro, mezcla de novela histórica y misterio, nos hace sentirnos en la boca del lobo que debió ser la fría y oscura noche del 14 de abril de 1912 en las gélidas aguas del Atlántico Norte. Su título puede inducir a pensar que es otra novela más del fatídico buque, que todo ya esta contado. Son cuestiones lógicas, pero la obra de Emilio Calle ofrece una nueva perspectiva sobre el hundimiento del Titanic, desarrollada a ritmo de thriller, con un personaje que nos emocionará con su grito de angustia y su lucha por limpiar su nombre. Un nombre que no es el suyo, aferrado a susurros y murmullos difíciles de soportar y con el que será recordado para siempre: el hombre que pudo salvar el Titanic. Según el autor, los lectores se harán "una idea más exacta de lo que sucedió en aquellas dos horas y cuarenta minutos tras el choque con el iceberg". Lectura recomendada e imprescindible para los amantes de la leyenda que llegó a ser, es y seguirá siendo este prodigio de los mares y, simplemente, a los que les apetezca acercarse a ella desde un punto de vista diferente.


Datos de interés:

Artículo "Titanic: 100 años, 100 preguntas".
Video "La Estela del Titanic".
Una de palomitas: Titanic 3D.
Lee un cachito de la novela.
Lee la reseña en Senderos Íberos.

¿Sabías que...?

>> Emilio Calle ha apuntado que la curiosidad por la trama de la novela surgió leyendo el clásico La última noche del Titanic, del historiador estadounidense Walter Lord, donde reconstruyó los hechos tal y como ocurrieron esa noche, mediante investigaciones, declaraciones de supervivientes y anécdotas de los pasajeros. Está considerada toda una crónica literaria del hundimiento ya que a través de su lectura se podrá entender la tragedia tal y como la vivieron los pasajeros del barco.

>> El Californian se hallaba a 18 kilómetros de distancia del Titanic. Su central telegráfica cerró a las 23.30 h., tan solo diez minutos antes de la colisión con el iceberg. Por lo tanto, la tripulación de este barco no se enteró del accidente hasta la mañana siguiente, pese a que el Titanic estuvo lanzando cohetes hasta poco tiempo antes de su hundimiento. Otro ejemplo más de la fatalidad que rodeó al buque que todos consideraban como insumergible.

>> Fue muy discutido y criticado el reparto del pasaje en los botes salvavidas, a todas luces insuficientes. El bote número 14 se acercó a los restos del hundimiento una hora después, y sólo pudo recoger a 4 personas. El bote número 5, con capacidad para 65 personas y cargado sólo con 40, se mantuvo a 300 metros de los nadadores a los que oían gritar de agonía. El bote número 6, con capacidad para 65 personas y con 28 a bordo, tampoco se acercó al lugar del desastre. El bote número 1, con ¡¡12!! personas de las 40 que podía alojar, se alejó sin rumbo esa noche. De las 1.600 personas que se hundieron con el Titanic, sólo 13 fueron recogidas por los botes. Un mareo de cifras dolorosísimas que bien pudieron ser menos porque había sitio pra más en estos botes que, cobardes y probados con el peso de muchas personas, no quisieron regresar a por más supervivientes.

Curiosidades tomadas de La Huella Digital.
Video de Cuore in Blue.



En resumidas cuentas:


Puntuación: 9/10 (Sobresaliente)

Bibliofiliómetro:

1 bibliofilia:

Marisa G. escribió: [Responder]

¡Qué me gusta tu blog! Y eso de que seas filóloga.. ¿de qué me suena? jejeje...


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